martes, 3 de agosto de 2010

El hábito no hace al monje

Venía por el boulevard camino a casa, entonces me crucé a la vereda justo ahí frente a lo que era Molinos Franchino según dicen están construyendo un espacio cultural, en la cuadra entre Vittori y República de Siria. Yo, abstraído, claro.
Pude bajar a la realidad cuando noté que delante de mí caminaba con su madre un niño a los que veía de espaldas, ella una mujer arreglada con abrigos necesarios para soportar semejante frío, a su lado el tipito con no más de unos siete años, con su dorso voluptuoso similar a una mini heladera o al menos a una conservadora familiar de camping, aunque vestido como un tipo más mayor en tonos del marrón, gorrita de la tercera edad oscura, bufanda del tono de la gorra, campera chocolate, pullover escote en v un poco más claro, camisa, pantalón de corderoy color caqui, botitas de gamuza beige, llevaba paso corto por sus patas de catre, dulce este personaje.

A mitad de cuadra sobre la misma vereda por la que transitábamos se forma una laguna de agua y barro cada vez que llueve, salvándose de esto solo una parte cerca de la pared lo que permite pasar sin mojarse los pies.
La señora se encarga de pasar por el lugar seco marcándole el camino, él se queda detrás unos pasos, y totalmente decidido con una convicción más que importante se transforma en un caminante sobre las aguas, (claro salvando las distancias) sus botitas de gamuza se hundieron en ese lodo, entre la superficie que en su fondo estaba firme y el peso de la criatura no le permitieron deslizarse demasiado, de no ser así hubiera derrapado. Su madre mira hacia atrás y sorprendida por los círculos en el agua.
Claro, lo retó.
- ¿No ves que hay agua? ¡No te van a durar nada, si las mojas se te van a despegar todas!
Fue entonces que pude ver su rostro por un instante de perfil cuando él la observó por un momento y luego agacho la cabeza.
Continuaron caminando, el paso acelerado me dejaba pensar que iban a algún lugar al que debían llegar a horario.
La vereda desde ahí en adelante está arreglada casi en su totalidad, solo falta una baldosa antes de subir a la parte nueva.
Con la misma convicción y seguridad el niño grande, puso su pié derecho completamente en ese pequeño espacio de agua y barro.
- ¡Ah no! ¡Sos un pelotudo!!
El pequeño gran tipito miró para todos lados, lo pude ver de frente cuando giró su rostro sonrojado, entonces buscando un aliado me vió y sonrió, no pude hacer otra cosa más que reflejar su expresión.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

tiernoooooooooooooooooooooooooooo

Anónimo dijo...

Pobrecitos... hay padres que visten a sus hijos como grandes, creo que deben vestirlos como niños que es lo que son.
beso

Anónimo dijo...

quizás sólo estaba vestido así por algo en especial, el cole, un acto, etc, lo bueno es que debajo de ese atuendo siga existiendo la simpatía de la niñez, como lo dice el título...